(Crítica) LUCES ROJAS

La verdad oculta.

 

La navaja de Ockham es un principio filosófico y metodológico según el cual, cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias,  la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la complejas. Podría parecer que dicha teoría, esgrimida por uno de los personajes principales de la película, entra en contradicción con la máxima de Sherlock Holmes: “Cuando todo aquello que es imposible ha sido eliminado, lo que quede, por muy improbable que parezca, es la verdad”. Pero ambos axiomas son combinados por Rodrigo Cortés para llevar al espectador a través de esta ambiciosa historia de suspense y terror, manipulando (sí, manipulando, que esto es cine) al espectador, homenajes a Hitchcock y Lynch mediante, haciéndole creer aquello que no es. ¿O sí?

Una pareja de científicos se encarga de investigar fraudes paranormales, dejando al descubierto a timadores en colaboración con la policía. Mantienen una lucha constante contra un  mundo que parece obstinado en ceder ante la idea de la existencia de fenómenos incapaces de ser explicados por la razón y la ciencia, reflejo de la sociedad actual, donde la crisis, tanto económica como, especialmente, de valores que vivimos ha empujado a muchos a buscar otras creencias, otros modos de vida, otras explicaciones a un mundo que no entienden. Como principal adalid de esta visión de la existencia aparece Simon Silver, un vidente que, tras 30 años desaparecido, vuelve para centrar en él todo el foco mediático, reabriendo viejas heridas y convirtiéndose en la obsesión de los investigadores.

Yo he estado en esa aula. O en una de las 320 que se le parece.

El protagonista del film es Tom Buckley (Cillian Murphy), pero la película tarda un rato en dejártelo claro. Se plantean un par de historias interesantes, en especial el drama de Margaret Matheson (Sigourney Weaver), aferrada de una manera fanática, casi religiosa, a la razón pero en una constante lucha interna contra un resquicio de fe. Sigourney Weaver, más por lo que representa y por su presencia en pantalla, creando una conmovedora interpretación de un personaje que no se acaba de definir bien en el guión, dejando de lado esta historia mencionada y yendo por otros derroteros, se come a su compañero de pesquisas, un Cillian Murphy que compone una buena interpretación, intensa y creíble, lo cual no es suficiente para compensar el duro obstáculo de tener a personajes secundarios, y no me refiero tan sólo a los intérpretes, mucho más interesantes. Ni poniendo a Fassbender, vamos.

Confieso que hace mucho que no veo a Robert De Niro en acción. Los proyectos a los que estos últimos años iba ligado su nombre no despertaban en mi persona interés alguno. Siendo imposible permanecer ajeno a las críticas que se han vertido sobre este actor, tan sólo se me ocurre que con este papel De Niro ha vuelto a tomarse en serio esto de la actuación. Reconozco que no sé si es mérito de Rodrigo Cortés o bien su figura mediática da la medida exacta  a su personaje,  tan enigmático que realmente nunca se lleva a saber el alcance real de su amenaza.

En la modesta opinión del que aquí escribe, hay una enorme diferencia entre desarrollar una historia cuyo final es parte de la idea original (no escribiré el que creo sería el logline de esta película para no destripar nada), y otra donde se tiene un gran planteamiento inicial y poco más, donde la búsqueda del perfecto y sorprendente final acaba siendo la principal obsesión del creador. En este caso concreto, creo que Luces Rojas pertenece al primer grupo. Consigue ocultar la idea inicial con un planteamiento interesante pero toda su fuerza narrativa se ve obstaculizada por importantes lagunas y errores con su desarrollo. Detalles, detalles al fin y al cabo, pero están ahí y molestan una vez empiezas a pensar en la película.

El monólogo final, aderezado con sus oportunos insertos referenciales, a riesgo de equivocarme totalmente y merecer una paliza tan absurda como cierta escena que se da en la película (¿para qué la escena del lavabo?), parece haberse incluido  tras el pase del film en Sundance y sus posteriores reacciones ante un final que no convenció a nadie. ¿Es necesaria esa aclaración final que nos deje claro lo que acabamos de ver, que nos re-explique de nuevo la revelación última? Sería gratuito acusar a Rodrigo Cortés de poco valiente, no es fácil confiar en que un giro de guión de tal magnitud se asuma naturalmente en el último plano de la película. Por otro lado ese “recopilatorio de pistas” final resalta las incoherencias presentadas durante todo el desarrollo de la película.

Chicas, chicos, el segundo acto es un hijo de la gran puta. Cuesta horrores escribirlo, si está bien no se nota y si está mal te lastra hasta el fin de tus días.

Asumiendo esto y la errónea función de algunas escenas - en este film gran parte de las acciones dramáticas están destinadas a generar expectación en el personaje de Simon Silver sin apenas profundizar en la carga del personaje principal - cabe decir que la película funciona como un tiro. La oscura y espectacular fotografía de Xavi Giménez, que según avanza la película va perdiendo en profundidad de campo y limitando la iluminación a lo esencial, aislando a Tom Buckley en su búsqueda obsesiva de la verdad, y la música de Víctor Reyes, ayudan a Cortés a crear una continua atmósfera de tensión, donde cada escena filmada y resuelta con brío (a excepción, lamentablemente, de la inicial), que hacen pasar las casi dos horas que dura la película en un suspiro.

 Visto el enorme nivel que alcanza la película en casi todos sus campos, es una lástima no haber disfrutado de un guión más pulido. Porque ideas buenas las tiene, a mansalva, tantas que acaban formando un batiburrillo que entorpece el avance del film. Ya se ha visto que con un guión milimétrico como el de Buried, obra de Chris Sparling, Rodrigo Cortés es capaz de mostrar un virtuosismo pocas veces visto en este país.

No es redonda, desde luego, pero por su intensidad, por su in crescendo constante, por su nivel técnico, perfectamente hollywoodiense, por unos actores que cumplen sobradamente y, por encima de todo, porque es tremendamente entretenida, Luces Rojas merece ser disfrutada en el cine.