La serie política que ha puesto en el mapa al
servicio Netflix, en material de premios y consenso de crítica y audiencia ( si
bien la sombra de Orange is the new black es alargada en este sentido) volvió
con su tercera temporada el pasado 27 de febrero y como ya viene siendo norma
en el canal online, los 13 episodios se podrían disfrutar de manera íntegra y
seguida, si disponías del tiempo y ganas de verlos; aunque esta política de
visionado también tiene como hándicap negativo el acordarte de todo lo sucedido
un año anterior, justo cuando acabó la anterior temporada, lances de este
sistema de visionado que crea debates. Remake de la serie inglesa homónima,
aunque cada vez más lejos de la misma, el show creado por Beau Willimon ha
resultado ser el estudio de una pareja, habla sobre el rechazo y el sentirte
aceptado por tu superior, las relaciones entre individuos mezquinos y egoístas,
si bien su finalidad no es ser un ejemplo de la alta política o de hechos
actuales ( si bien toma varios temas de actualidad como arma dramática ) sino
un drama humano ( sobrecargado en algunos aspectos, sencillo y demasiado
elocuente en otros ) sobre un matrimonio, como se necesitan y a la vez repelen.
El primer episodio ya tiene una escena
inicial que golpea directamente al espectador: Frank Underwood ( Kevin Spacey
convertido, asfixiado en fenómeno social: ha repetido su personaje en
videojuegos como Call of Duty o eventos sociales como la gala de los Oscars
2014 ) aparece orinando sobre la tumba de su padre, dejando en mal lugar al
estamento familiar, algo que se tocará durante los restantes episodios de una
manera u otra ( como Doug Stamper es un ser solitario, por inercia propia, y
siente envidia de su hermano y su familia o la política que es obligada a
casarse con el médico con el que sale, o el propio matrimonio Underwood, sin
descendencia ); Frank se fue haciendo ruido ( la escena final de la segunda
temporada ) y vuelve sacándolo todo ( literalmente… ) Pero acto seguido veremos
la crisis de su gobierno como comandante en jefe de Estados Unidos, con una
político confusa y equivocada, decidido a poner en marcha un programa de
creación de empleos - a costa de eliminar las ayudas sociales y la jubilación –
del cual todos están en contra o los problemas con Rusia y Oriente Medio, las
ambiciones de su esposa Claire ( Robin Wright ) que quiere ser embajadora de la
ONU a pesar de haber sido rechazada en primera votación y los empujones que siente
por su propio partido para no ser candidato a presidente en las siguientes
elecciones. Encontramos a Underwood en su peor momento, y además rodeado de
enemigos, serpientes silenciosas ( o no ) que quieren su puesto, como Heather Dumbar (Elizabeth Marvel ), Benito Martínez el líder de la oposición ( Héctor Mendoza, The Shield; por cierto el personaje desaparece de repente sin apenas explicación...) ,
el presidente de Rusia ( Lars Mikkelsen, hermano de Mike y haciendo de Puttin
claramente ), la periodista Kate Baldwin ( Kim
Dikens, Treme ) o el propio Doug quien
durante gran parte de la serie no sabemos que rol juega en verdad. Pero las
decisiones que tomará el actual presidente de los Estados Unidos afectarán a su
presente y su futuro inmediato, haciendo que Claire se replanteé su matrimonio.
- “ Yo no soy otro Peter Russo “ (
Doug a Frank )
En definitiva, este tercera temporada de
House of Cards viene llena de cadáveres que Frank enterró en el pasado y salen
ahora así como futuros enemigos a batir, como las elecciones tomadas a nivel
político y humano afectan en el presente al protagonista, pues parece que sus
supuestos enemigos no estaban lo suficientemente muertos y dejarles esperanza
es lo que provoca el hundimiento de Underwood, todo por lo que luchó ( o, más
bien, manipuló ) se vendrá abajo. Pero esta no es la historia de su caída en
desgracia y resurgimiento ( pues mala
hierba nunca muere ) sino de la muerte de su matrimonio, la historia de cómo
una pareja que, más que quererse se necesitan, de cómo ella le ayudó a él a
alcanzar sus logros y ahora le pide lo propio, un quid pro quo retorcido donde
el egoísmo de tomar el éxito que buscan es su único afán. No esperamos ver un retrato del mundo
político y su funcionamiento ( para eso ya tenemos el ala oeste de la casa
blanca y su ejemplar presidente ), House of cards sigue la tónica de Boss (
2011-12 ), presentando un thriller político para todos los públicos, con tramas
aparentemente profundas ( conflicto de Oriente Medio, libertad de expresión en
Rusia, la crisis económica y laboral ) pero elaboradas de manera sencilla, a
veces como excusas para promover las habilidades de sus protagonistas, donde el
chantaje, los favores políticos y los contactos son el arma favorita. El
prestigioso crítico televisivo Alan Sepinwall ha situado a la serie de Netflix
a la altura de Scandal, yo no llegaría a afirmar eso sino más bien mi impresión
es de que estamos ante una serie que toca temas recientes y conocidos ( se
sigue la trama de las filtraciones de información como el Caso Snowden o el
escándalo de las Pussy Riot, que salen en el propio show: el 3x03 se cierra
con un videoclip de ellas… ) rodado de una manera extremadamente elegante y atrayente,
y con tramas que pueden parecer alocadas pero a mí me captan el interés dentro
de su falta de profundidad, no busquemos una serie de alta política, HOC no es
eso.
Además de la aparición de nuevos e
interesantes personajes, como la periodista
o el escritor Thomas Yates encarnado por Paul Sparks (
Boardwalk Empire ), cabe añadir el protagonismo de Doug, el cual se encuentra
malherido debido a su relación con la ¿desaparecida? ¿ Muerta ? y como él
jugará a lo largo de los 13 episodios a varias bandas, primero atacando a su
anterior jefe aunque en verdad parezca que busca su aprobación, su interés por
volver a contar con él; Doug en definitiva quiere ser volver a ser aceptado por
su “ padre”, en su relación con Frank ( ojo a su reencuentro final en el
despacho oval ), un ser solitario que
conoce a todo el mundo pero solo para poder tener información con la que
negociar y que, al igual que el jefe de seguridad Meechum suponen los perros
falderos de Underwood: sus aliados en todo momento, las personas que nunca le
amenazan y le son fieles hasta el final. El personaje encarnado por Michael
Kelly supone uno de los mejores hándicaps de esta tercera temporada.
Las tramas políticas y bélicas, como ya he
dicho, son una excusa para ver el juego que manipulan sus protagonistas, como
la partida de ajedrez intelectual en la que participan los presidentes de USA y
Rusia, y donde el mensaje político es desesperanzador: como el presidente Petrov solo siente interés primero y rechazo posterior ( después del 3x06,
quizás el episodio más humano de la serie, después del 1x08 de la Academia ) en
cualquier tema debido a su interés por la figura de Claire Underwood, como cualquier
tratado o escándalo político acaba siendo negociado gracias a unas bonitas
piernas. Tampoco es muy creíble su tratamiento del conflicto de oriente medio,
si bien sigue la negritud al ver como la ONU parece un patio de recreo donde
cambiar tus cromos por intereses políticos, económicos o sociales.
- “ Te dejo “ ( Claire a Frank )
House of cards juega a la carta de la serie
de qualité del servicio Netflix, viendo los nombres detrás y delante de las
cámaras, quizás sus tramas y su desarrollo difieren mucho de series mayores
como los Soprano o The Shield pero las jugarretas de ese matrimonio-binomio
formado por los Underwood sigue captando la atención del respetable y, aunque
podrían ser mejores no queremos dejar de verlas. Somos como sus perros, dóciles
y que le seguimos allí donde vayan.
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