jueves, 13 de febrero de 2014

(Cine) ( Críticas) Nebraska

La épica de la intimidad y lo cotidiano
 
 

Nebraska supone la recuperación por parte de su director Alexander Payne de un viejo proyecto escrito por el cómico Bob Nelson ( en lo que supone su primer film con guión ajeno ) pero que supone el culmen de toda su carrera cinematográfica, un compendio de sus ideas en un film que reúne todo su particular universo cotidiano, su mejor film hasta la fecha.
 
 

La narración de un viaje entre un hijo apagado e inseguro de sí mismo ( un sorprendente Will Forte, cómico de la penúltima hornada de Saturday Night Live ) y su enfermo padre ( soberbio, humano, sensacional Bruce Dern ) para cobrar un premio de lotería en Nebraska  que no es más que un engaño de una revista para captar nuevos suscriptores supone un viaje vital donde saldrán a  la luz secretos, una apertura de sentimientos y emociones, así como una descripción de la América media actual con toques ( mordaces y contundentes ) sobre la situación económica actual .


 
A partir de su pareja protagonista, realmente soberbios ambos y donde Payne usa muy bien la diferencia de estilos de actuación para crear una química irrompible entre los actores y una dirección tranquila , relajada pero llena de matices y momentos sangrantes ( todo lo concerniente al descubrimiento de la razón del viaje por parte de los familiares y miembros del pueblo, y como intentan sacar tajada de ello ) envuelto en un pulcro y sereno blanco y negro en la fotografía, servida por Phedon Papamichael que simboliza el cansancio del alama del protagonista y a la vez da belleza en su falta de color a esa América interna, el director consigue un film humano, directo y cotidiano ( ese matrimonio formado por Dern y la excelente June Squibb nos recordarán a cualquier matrimonio veterano ) y a la vez reúne todo lo vistió hasta ahora en su corta pero exitosa filmografía. Destacar la aparición de Bob Odenkirk ( el ya mítico Saul Goodman de Breaking Bad ) y Stacy Keach como el antiguo socio de Woody y que funciona como una especie de antagonista y muestra de la mezquindad humana.
 
 
 
Encontramos la mordacidad y el sarcasmo visto en Election ( 1999 ) , el viaje ( tanto físico como vital ) en formato road movie como en A propósito de Schmidt ( 2002 )  o Entre Copas ( 2004 ) y la descripción sangrante del núcleo familiar visto en los Descendientes ( 2011 ). Además le da a Bruce Dern, actor veterano y secundario el papel de su vida igual que a Jack Nicholson le concedió la que puede ser la última gran actuación del astro americano en las desventuras de Warren Schmidt, al igual que nos descubre el lado dramático ( a veces los mejores actores dramáticos son los cómicos...) de Will Forte y lo bien usada que está sus interactuaciones con ese padre despistado, triste y egoísta en cuanto no estuvo por sus hijos y lleno de secretos a la vez pero bondadoso y afable para con sus amigos.
 
 
Triste y  melancólica como simboliza ese blanco y negro tan bello y a la vez esperanzador, en plena sintonía con otro relato de carretera y descubrimientos familiares como fue una historia verdadera  ( 1999 ) de David Lynch , Payne consigue otro relato lleno de humor suave ( la pérdida de la dentadura o el episodio del compresor de aire ), incómodo ( la familia de Woody Grant, silenciosa y que solo habla de coches ) y drama: ese momento en el bar con la confesión de un secreto del pasado y la mirada de un Bruce Dern silencioso otorgando veracidad a la historia con su mirada es una obra de arte, una de las mejores escenas del año y que hacen que el actor se merezca todos los premios habidos y por haber ( lástima que esta actuación aparece en el año en que las interpretaciones masculinas son extremadamente completas: ahí tenemos a Matthew McConaughey con Dallas Buyer Club, Chiwetel Ejiofor con 12 años de esclavitud, Tom Hanks en Capitán Phillips o Leonardo DiCaprio en el lobo de Wall Street ). Las conversaciones entre padre e hijo, llenas de silencios pero miradas cómplices son el  corazón de una cinta más profunda de lo que parece y llena de sentimientos, una oda a esa clase media que es el alma de un país cansado y débil pero no derrotado.
 
 
Destacar aparte la banda sonora del desconocido Mark Orton, que realiza un trabajo soberbio y que acompaña con melancolía a las ya de por sí cargadas imágenes de un Alexander Payne en su salsa, demostrando en esta pequeña cinta toda su grandeza en la dirección de actores y la mezcla de miradas para darnos un regalo, una cinta con corazón y directa con sentimientos, humana y que hace de nosotros, pequeños seres dentro de este triste mundo poder ser grandes con pocas cosas.

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