sábado, 15 de noviembre de 2014

[ Cine ] ( Críticas ) Nunca es demasiado tarde ( Still Life )

Que bella es la muerte





En sucesivos planos nos encontramos diferentes funerales enmarcados en variados religiones los cuales coinciden en la falta de público, donde solo se encuentra John May ( estupendo Eddie Marsan, otro de esos secundarios que por fin encuentra un protagonista a su altura ). Ese encadenado de situaciones ya son una muestra visual del tema de este triste film dirigido por el italiano Uberto Pasolini, famoso por ser el productor de Full Monty: la soledad de nuestras vidas que se transmite a nuestra despedida de este mundo.



Así viendo trabajar al funcionario John May, el cual como si de un investigador se tratara, se encarga de buscar familiares de personas fallecidas en soledad, así como de escarbar en sus vidas, intentar conocer a esas personas ya no existentes ( ver como tiene música variada, que usará en sus panegíricos según lo indagado, o ese álbum de fotos perdidas, apunte realmente triste pero brillante para definir al protagonista ), un personaje solitario en su vida sin amigos ni familia, dedicado por entero a su extraño empleo - la manera pulcra de ordenar sus archivos o su propia vivienda – y como descubrirá que su esfuerzo no sirve de nada cuando se prescinda de él. En ese momento decidirá que la investigación sobre su último caso, que envuelve al misterioso e inestable sr. Stoke ,será su carta de despedida, su firma de un trabajo bien realizado. El propio John “robará” la forma de vivir del fallecido, se lanzará a hacer como si se tratara de su propio funeral ( cogerá la parcela que siempre ha deseado ) a la vez que descubrirá la luz en su gris vida al entrar en ella Kelly ( Joanne Froggatt, la Ana Smith de Downtton Abbey ).






Pasolini ( sin ningún tipo de relación con el maestro Pier Paolo Pasolini ) nos trae un relato amable y eminentemente triste, con algún escarceo en forma de humor negro pero siempre buscando la tristeza de esas vidas solitarias, trayecto donde debemos soportar trabajos que no nos gustan, personas que no nos entienden, a veces encontramos compañía pero otras vivimos y morimos solos; así es la vida de John May, excelentemente retratada por pequeños detalles de puesta en escena así como del trabajo actoral de Eddie Marsan; el actor inglés, secundario de lujo del cine británico ( El secreto de Vera Drake, Happy un cuento sobre la felicidad, V de Vendetta, Sherlock ) así como de series actuales como Ray Donovan del canal Showtime expone a través de su apagada mirada, sus múltiples silencios, su posición corporal, lo que supone para él vivir. También consigue esa sensación de plenitud y serenidad la hermosa banda sonora de Rachel Portman, una pequeña joya que engrandece por momentos la historia en su unión con el papel de Marsan.


Será su relación con Kelly cuando descubrirá que hay más en la propia vida, no solo es trabajar. Por suerte el relato no cae en una relación amorosa impostada, sino que sabe construir en pequeñas escenas, y ayudado por la química de los actores, ese entendimiento; más que una relación afectuosa, es una comprensión, una búsqueda de compañía en sus solitarias vidas. Así lo demuestra el clímax del relato, donde un plano picado de John conectará su futuro (idealizado) y su presente, así como de bella y triste a la vez es ese doble entierro, clave del film. Por otro lado esa escena final, si bien parece querer hacernos congraciarnos con el protagonista, con el cual conectábamos gracias a la labor de Marsan, si bien ese salto al “fantástico” es tan arriesgado como conciliador. Una hermosa idea para un tranquilo, sencillo y directo film.

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