viernes, 12 de diciembre de 2014

[ Sitges 2014 ] Frío en julio

Sobre pecados y pecadores




En el Festival de Sitges hemos visto emerger a directores hasta esa fecha desconocidos pero que luego se han convertido en grandes nombres: desde Peter Jackson, Sam Raimi o Quentin Tarantino pasando por Santiago Segura o Alex de la Iglesia; ahora Jim Mickle es uno de los hijos predilectos del Festival de Sitges, donde ha presentado todos sus trabajos hasta la fecha: desde la simpática Mulberry Street ( film hecho con cuatro duros pero atmosférico, muy recomendable,  sobre unos hombres-rata en un Nueva York tétrico ), el estupendo film apocalíptico Stake Land ( 2010 )  pasando por el correcto remake  de la cinta mexicana Somos lo que hay titulado We are what we are ( 2013 )  y ahora esta inmersión en el cine policíaco donde se adapta una novela de John R. Lansdale, escritor de serie B que también fue el creador de la novela Bubba Ho-Tep, cinta con cierto culto dirigida por Don Coscarelli.




La acción se sitúa en Texas, donde el vendedor de marcos Richard Dane ( Michael C. Hall, en su mejor trabajo cinematográfico ) mata a un asaltante que ha entrado en su hogar. Sera declarado inocente por la ley pero el padre del ladrón, Russell ( un silencioso pero penetrante Sam Shepard )  iniciará una persecución contra el núcleo familiar del protagonista. Pero todo cambiará cuando descubran que el ladrón no era el hijo de Russell y se descubra un submundo tétrico y aterrador; tanto , que se unirán al detective Jim Bob ( impagable Don Johnson ) se unirán para poner fin a esos hechos desconocidos y ocultos.


Directo al grano y con una narración absorbente y sin peros, Mickle consigue una cinta que une el western y el cine noir, llena de secretos, giros argumentales y personajes duros, como manda el género, si bien subvirtiéndolo en ese giro que se produce en el tercer acto y que le da un plus de dureza al conjunto, convirtiendo lo que podría ser un thriller tópico sobre amenazas e invasiones caseras en una dura historia sobre pecados y pecadores o el rechazo del padre hacia su hijo en un ajuste de cuentas. Así el certero guión y la puesta en escena se unen junto a las estupendas interpretaciones de su elenco dándonos una cinta de aroma ochetentero ( esa música con sintetizador, esa estética en el vestuario y peluquería ), cine negro de pura serie B.




Destacar poderosamente el trabajo del trío protagonista: desde un Michael C. Hall que por fin escoge un papel cinematográfico a la altura de su talento pasando por esa veteranía y saber estar que imponen tanto Sam Shepard ( su mejor papel en años ) como Don Johnson. El primero con un personaje duro, que hace de su silencio y su presencia física su mejor arma si bien la mirada del actor sabe trasladar el dolor de su personaje en el clímax final. ¿ Y qué decir de un recuperado Don Johnson? No hay que más que ver su arrolladora entrada en escena, con este personaje made in Texas y su vestimenta como mejor arma para describirlo. Quizás el eslabón débil sea el propio protagonista, donde en un punto concreto de la historia no debería seguir estando presente, pero el mismo es la bisagra para luego entrar en ese submundo tan pútrido y oscuro.



Una estupenda cinta con aroma de western, duro y violento, con la violencia y el dolor de un padre como signos descriptivos en la, posiblemente, cinta más redonda de su emergente director, capaz de entregar una cinta que no duda en entrar de lleno en diferentes géneros y salir homogénea y airosa de esa atrayente mezcla.

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