¿ Por qué
lo hiciste?
Buscando
realizar una serie original entorno a los muertos vivientes y su
mitología ( algo bastante difícil, después de su explosión de
este sub-género en los últimos años tanto en televisión, cine,
libros, videojuegos o cómics ), algo
bastante dificultoso como aceptable, el guionista y showrunner Dominic Mitchell novel
ha querido presentarnos una miniserie de tres capítulos donde vemos
como el muerto viviente es usado como metáfora social y drama humano
( valga la paradoja ), nada sorpresivo pues ya el pope del género
George A. Romero lo usó como tal y hay una reciente serie francesa
que usaba al zombie y su vuelta a casa, Les Revenants.
En su
primer episodio In the flesh demostró buen hacer tanto en la mezcla
de ese drama familiar como en ciertos tópicos del género, teniendo
a los muertos vivientes como metáfora del rechazo a lo diferente.
Ahora este segundo capitulo podemos ver elementos virtuosos y
bienvenidos ( Amy, la zombie optimista y realista ) como paradojas y
elementos dramáticos poco sutiles.
La
historia sigue trazando un interesante paralelismo entre el dolor de
los familiares por la pérdida de sus seres queridos y la vuelta de
éstos no muertos a sus vidas, el dolor, sensación y problemas que
causa en una pequeña comunidad pueblerina ( el punto de reunión y
de vida social es la iglesia o el pub ), donde hay un grupo que
controla la zona de muertos vivientes liderados por Bill, un racista
que odia a los familiares parcialmente muertos ( si bien se encuentra
con que su querido hijo, militar de profesión muerto en Irak )
vuelve a sus vidas como un putrefacto; y el
párroco del pueblo, quien lleva las finanzas y decisiones del grupo.
Religión y estamento militar como brazos del poder de las pequeñas
comunidades, donde su gente corriente, ¿analfabeta?, mira con
sorpresa y cuchichea sobre los antiguos humanos de su comunidad que
murieron e intentan volver a sus vidas….
Funciona
el dolor del protagonista, Kieren, el cual sigue teniendo flashbacks
de su anterior “vida” como muerto viviente ( ve en visiones a su
última víctima; recuerda como fue enterrado vivo, lo que le causa
miedo a los espacios cerrados…Esto último provoca una buena escena
de género, con los muertos saliendo de sus tumbas pero ¿ como
consiguen escapar de sus ataúdes?) así
como la gente de su entorno que ha perdido a sus seres queridos, el
dolor se hace físico; citar el vecino que perdió a su esposa y como
pasa el día mirando al trozo de carretera donde ésta fue abatida…
Y que decir de la humanización de los muertos vivientes ( ese padre
que mata a un animal para poder alimentar a su hija y como la
protege…aunque ambos estén ya muertos. La ternura escondida en
medio de la putrefacción, la nada ) en contra de la pérdida de
humanidad de la sociedad, que solo piensa en ellos mismos y en acabar
con los muertos vivientes.
Así
como por lo contrario la serie es sutil y delicada en esos aspectos,
también hay que destacar negativamente ciertos aspectos que resultan
sobreexpositivos y redundantes: el odio de Jemma hermana de Kerien,
hacia los no muertos explicado en su afición por los videojuegos
sobre muertos vivientes ( como resident Evil ) o, sobre todo esa
metáfora sobre la homosexualidad y su rechazo en la pequeña
comunidad, metáfora innecesaria. “ A mí ya me odiaban antes de
ser así”, confiesa Kieran a su nueva amiga.
Amy,
la que se convierte en nueva amiga de Kieren así como una “persona”
consecuente con su nueva situación ( en contraste con la aceptación
difícil, cuando no negativo de los propios familiares ) es un
acierto total en el casting y la historia: ver su desparpajo a la
hora de narrar lo que ocurre si come o bebe ( si bien podemos ver,
físicamente, las consecuencias del alcohol en un zombie…) así
como la tristeza cuando narra como miró sin apenas haber podido
vivir; ¿ como moriste tú? le pregunta de manera tierna y triste a
su amigo no muerto.
Aún con algún ( pequeño ) pero In the flesh está no innovando sino recuperando el carácter metafórico de unos seres muy acostumbrados a ello, con momentos de ternura y humanismo, quien lo diría.
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