domingo, 4 de mayo de 2014

(Cine) (Crítica) The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro

Ponga un drama familiar en su vida


La nueva entrega de Spiderman es lo que toda secuela debería ser: más grande, más ruidosa, más dramática, más reveladora. Pero, ¿qué se ha quedado por el camino? La relación entre Peter Parker y Gwen Stacy es más esquemática, encorsetada por la resolución que dicta la historia original y a la que sus creadores se deben para que el fan pueda ver plasmado en pantalla lo que ha leído antes en papel. ¿A estas alturas seguimos así? ¿Es necesario volver al eterno debate entre aquellos que abogan por una fidelidad absoluta a la fuente original y los que preferirían que la historia, contada con en un medio parcialmente ajeno con un lenguaje diferente, siguiera su propio camino? El poder de Electro se inclina por la primera opción.

Parece ser que la fidelidad es la piedra angular de esta nueva saga iniciada hace dos años: empezando por Andrew Gardfield, que en esta segunda entrega consigue asemejarse aún más al Peter Parker del cómic ─siendo como es, Spiderman, una serie tan longeva y con tantas colecciones, cabe señalar que se ha conseguido, en la mayoría de casos y pese a excepciones, buscadas o no, mantener una coherencia en el personaje a lo largo de sus 50 años de historia─, con un profundo sentido de la responsabilidad pero alegre y socarrón, sin la gravedad de un adulto pero consciente de llevar una enorme carga encima. Lejos queda aquel Peter Parker de las películas de Sam Raimi, interpretado por un Tobey Maguire al que me niego a echar toda la culpa por un personaje ñoño y anclado en el tópico más cascado de perdedor de instituto, tornándose por momentos un secundario de Porky’s. Además, de a un personaje bastante mejor perfilado ─no sólo respecto a la obra original, o al menos a su versión Ultimate, si no también más agradecido y con más recursos para llevar todo el peso de la historia─ teníamos una relación con Gwen Stacy (Emma Stone, perfecta; ella y todo lo que hace) divertida, dinámica y que, pese a descansar sobre los tópicos de la comedia romántica clásica, innovaba al estar insertada en una película de acción ─bastante dadas a menospreciar el espectro personal de sus héroes; véase la vergonzosa historia de amor de la saga Thor─ sin chirriar. Pero por eso se fichó en un principio a Marc Webb (1), ¿no? Lo mejor de la primera parte, más allá de que cierto sector del público rechazara “el relleno entre pelea y pelea”, eran esos primeros acercamientos entre Peter y Gwen. Porque en el cómic, si tanta fidelidad queremos, debemos recordar que Peter Parker, veréis qué cosa hacía: se enamoraba. Y su sufrimiento deriva de una forma obsesiva de la responsabilidad que siente: por lo que es capaz de hacer con sus poderes y de lo que podría representar para aquellos a los que ama. Será una visión simplista del tránsito de la adolescencia hasta la madurez, pero funciona.

Desafortunadamente, para The Amazing Spider-Man 2, Webb ha contado con un guión escrito por Alex Kurtzman y Roberto Orci ­­­(Transformers, Cowboys & Aliens, los reboots de Star Trek). Si repasamos sus últimas aportaciones no veremos grandes muestras de maestría (2), si se les contrata para este tipo de películas es por su habilidad para reinterpretar mitos ya presentes en la cultura de masas y adaptarlos a los tiempos actuales, dotando a la historia de ritmo y… poco más. La diatriba de Peter Parker, elegir entre sus sentimientos y lo que le dicta la razón, está relativamente bien expuesta, especialmente gracias a sus dos actores principales y a la dirección de Webb ─las apariciones del Capitán Stacy en los momentos más inapropiados, fuera de la narración más convencional─, que por otro lado, realiza unas escenas de acción muy impersonales: bien rodadas, lejos de los fuegos artificiales de un Bay cualquiera, pero más cercanas al videojuego que a cualquier otro referente cinematográfico clásico, aunque Webb aprovecha esa saturación de efectos digitales para conseguir un par de escenas brillantes. El problema es que los temas a tratar son tantos, la acumulación de villanos y tramas es tal que mientras se resuelven de forma simplona algunas historias, como la de los padres, se abren varios caminos nuevos: la puñetera nueva necesidad de crear series. Gracias al éxito de Marvel Studios y sus “Fases” ahora tenemos al resto de estudios con derechos de adaptación de cómics intentando crear sus propios universos ─Warner/DC y su decisión de dejar en manos de Zack Snyder el futuro económico de la compañía; FOX y sus mutantes; Sony y sus 30 películas y spin off’s programados sobre Spiderman─, dando al espectador la sensación constante de asistir a algo incompleto. ¿De verdad es tan poderosa la amenaza de Electro? Porque durante media película me están dando señales de que “lo peor está por venir”. Bueno, pues ya avisaréis. 


La historia de los padres es un claro ejemplo de lo contado: parecía ser el principal reclamo de la nueva saga (¿os acordáis de los tráileres de la primera parte? “La historia jamás contada”). Al menos reservan el prólogo para seguir con esta trama, que se resuelve finalmente sin demasiadas complicaciones, conectando fácilmente la historia con OSCORP ─dando cierta sensación de inevitabilidad a la historia, lo que aporta una épica no necesaria a un personaje movido desde sus inicios por un sentido moral de la responsabilidad─ y con lo que vendrá en las próximas secuelas, lo que parece un movimiento no ideado desde la concepción inicial de la saga. Lamentablemente no se atrevieron a adaptar aquella surrealista historia donde los padres de Peter eran agentes de la CIA reclutados por SHIELD y asesinados por Cráneo Rojo (por cuestión de derechos tampoco podrían, me temo) haciendo que su avión, esto lo han mantenido, se estrellara . A decir verdad, ni siquiera sé si esa historia es canon o se engloba dentro de la línea “What if”.

Con casi 140 minutos, y pese a tener 3 villanos contra los cuales luchar, la película no llega a sentirse saturada en ningún momento. Básicamente porque el villano principal –al que parece que se haya incluido en el título para dejarlo claro- aparece en cuatro escenas, largas, pero cuatro, dejando casi todo el protagonismo para Harry Osborn, quizá el personaje mejor escrito y, sin ninguna duda, el mejor interpretado: Dane DeeHan es muy bueno, y casi por si sólo, sin desmerecer a Garfield y Stone, eleva el nivel de la película. Lo de Paul Giamatti parece más bien un cameo, una presentación para futuras películas. Una presentación, todo sea dicho, bastante mediocre: el tópico más absurdo y risible de mafioso ruso loco, algo así como un personaje salido de Danko. Bajo mi punto de vista, Giamatti puede hacer lo que quiera: si con papeles como estos después puede intervenir en proyectos Cold Souls o The Congress, además de invertir en otros como John Dies At The End, adelante, denle todos los rusos locos que quiera. 


Jamie Foxx cumple, demostrando de nuevo que es profesional. No te acordarás de él cinco minutos después de haber salido del cine, pero durante el tiempo que está en pantalla ni chirriará, ni molestará en exceso. Si hay algo que se le pueda achacar al personaje de Electro es lo mal escrito que está, lo cercano a la parodia al que se expone al personaje, una sensación que se apuntala gracias al score de Hans Zimmer –más inspirado en otros momentos del film, creando a su manera una “ópera rock”-, cómo si lo único que Webb hubiera decidido conservar de la trilogía de Raimi fuera el carácter circense de los antagonistas de Spiderman.

El final es el obvio, esperado y vislumbrado ya desde que se anunció la presencia del Duende Verde, desde las primeras fotos donde se veía Gwen vestida tal como la imaginó en su día John Romita, desde que en el tráiler vimos que había una puñetera torre del reloj –con una maquinaria absurda y daliniana, en el peor sentido posible-, para cualquier lector, habitual o no, del cómic e incluso para muchos que, sin ser lectores del material original, se hayan interesado mínimamente por la historia del trepamuros. La escena, no por esperada, deja de ser impactante. Es uno de esos momentos, tal como comentaba antes, donde mejor uso se dan a los efectos especiales, alargando el tempo de la escena lo suficiente para, pese a la inevitabilidad del momento, crear tensión en el espectador. La realización y montaje de la escena consiguen anular la sensación, al menos yo la tuve, de que el giro en la historia no llega de forma orgánica y que si se ha incluido finalmente en el film es por una supeditación al material original que, de haberse obviado, hubiera provocado el rechazo más absolutamente visceral de los fans.


La pelea final con Electro está falta de tensión (jaja… perdón). Por algún motivo Electro jamás llega a dar la sensación de ser un enemigo a tener en cuenta, pese a que la película insista en mostrar una y otra vez lo poderoso que es, debido quizá, de nuevo, a ese final esperado por todos y que implica a otro personaje: una ecuación en la cual Electro no está presente. Para añadir más emoción a esta parte del metraje se opta por, en la peor tradición de individuos como Michael Bay en La Roca, insertar un truco de primero de guión: drama extra causado por Electro –la ausencia de electricidad provoca que dos aviones estén a punto de chocar-, lo que añade una bomba de tiempo a la acción. Nunca está de más añadir estos elementos para dotar de emoción al film, pero debería tenerse en cuenta que si el personaje principal no está al tanto de este nuevo drama, el efecto buscado nunca llega a producirse –un buen ejemplo similar de esto, que sí funciona, se da en El Caballero Oscuro: los dos ferrys con bombas-, y se ahonda en el mayor defecto de esta película, antes mencionado: no acaba de decidirse entre una película de superhéroes convencional y ligera, o una película de acción que no duda en insertar un drama lo suficientemente poderoso como para eclipsar la pirotecnia.

Afortunadamente, cuando Webb no está supeditado a un guión que necesita que pasen muchas cosas, nos regala algunas muy buenas escenas: algunas de las conversaciones entre Peter y Gwen, la huida de esta de OSCORP (que no tiene consecuencias posteriores, lo cual denota la pereza de los guionistas en darle coherencia al guión, sacrificada en pos de un ritmo alto) y especialmente, en un detalle de montaje que por momentos me recordó a la maravillosa (500) días juntos: una elipsis en la narración de varios meses realizada con cuatro planos, lo que nos recuerda que, dentro de todo este guión trillado, la opulencia de sus efectos especiales y la épica sentimental facilona que incluye a niños –aunque reconozco que la escena final me elevó las pulsaciones-, hay trazas de muy buen cine.


(1) Aunque en el éxito de (500) días contigo (2009) supongo que algo tuvieron que ver, porque quiero pensar que la estructura de la narración ya estaba definida en el guión, sus escritores: Scott Neustadter y Michael H. Weber (no nos volvamos locos. Posteriormente este par guionizaron la segunda parte de La Pantera Rosa… aunque el año pasado escribieron el libreto de The Spectacular Now, otra recomendable película más cercana a la ópera prima de Webb).

(2) Pero como crearon Fringe, me callo y punto. Si quieren pueden entrar en mi casa y coger lo que quieran de la nevera. El tercer guionista es Jeff Pinkner, colaborador habitual de los dos primeros, con guiones para Perdidos y Fringe, de nuevo. En el Hollywood actual muchos guionistas, estos tres son ejemplo de ello, también ejercen como productores de las obras en las que participan, lo que quiero suponer que es un cambio positivo en la industria, permitiendo a los escritores en cierto modo controlar más el producto final. Así pues, por curiosidad, ¿a quién debo echar la culpa por las dos horas de mi vida perdidas con Cowboys & Aliens?

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