jueves, 8 de octubre de 2015

[Crítica] Regresión

Así no hay quien engañe a la mente.


Seis años después de Ágora por fin tenemos un nuevo thriller de Alejandro Amenábar, el género al que muchos esperábamos ansiosos que retornara tras su magistral debut con un clásico moderno del cine español: Tesis (1996). Llegados a este punto me permitiréis un alarde de optimismo: soy paciente, no me importa seguir esperando Alejandro. Somos muchos y somos fieles, aquí estaremos para cuando tú quieras.

Mientras tanto, Regresión es un digno film. Para las sobremesas de Antena 3.

Voy a pasar rápido por encima de lo fácilmente asumible: técnicamente no tiene ningún pero. La fotografía de Daniel Aranyó (Los últimos días, Combustión, em… High School Musical 2 y 3) es sublime: oscura, contrastada y densa. Salvando las distancias, consigue enmarcarse dentro del thriller más contundente, como Prisioneros (bien pensado, ese referente implica mucha distancia a salvar). El sonido, el montaje (aquí hay algún pero), en conjunto toda la realización está a la altura esperable de alguien con la experiencia de Amenábar y su equipo técnico. Eso ayuda, junto a la música de Roque Baños, a levantar un guión simplón, burdo y desprovechado, no tanto por el irrisorio punto de partida como por las implicaciones morales que presenta cada personaje.

Amenábar, no sé si buscando que el film fuera lo más comercial posible, quizá enfocado al mercado norteamericano, monta un puzle obvio y tópico, siguiendo al dedillo las indicaciones de cualquier gurú de la escritura de guión, consiguiendo que cada escena aporte información nueva, ya sea en forma de pista, trampa, revelación o —lástima que no explotara más esta interesante vertiente— entreacto onírico, los únicos momentos de la película que consiguen provocarme algo de angustia. Llegado cierto punto del film, servidor no podía evitar sentirse un punto irritado ante la condescendencia del director con el público. Es como tener 12 años y que tu madre te siga cogiendo de la mano por la calle. Toda esta historia de satanistas y sectas y cultos está señalizada con balizas fosforentes para evitar que hasta el más idiota de los espectadores se pierda, para acabar desembocando en un clímax decepcionante que resalta los puntos flojos del guión que han llevado hasta ese punto. Al igual que en La visita, de Shyamalan, el film de Amenábar opta por la resolución más conservadora y previsible. Pero lo que funcionaba en la película del indio, gracias a una progresión de intensidad excelente, en Regresión falla estrepitosamente: el último acto de la película se resuelve de forma chabacana y acelerada. No se usa un Deux Ex Machina pero se recurre al tópico más sangrante de detective de chichinabo de novela negra. Y creedme, he leído mucha novela negra mala: nuestro protagonista se queda mirando al infinito después de escuchar algo que ya le han dicho antes, pero que por algún motivo se la sudó, y frunce el ceño. Es muy importante que frunza el ceño. Entonces el autor escribe “y de repente”… Si hacia el final de una novela negra el protagonista “frunce el ceño y de repente comprende lo que pasó”, tirad el puto libro. He leído poco a James Ellroy, pero no recuerdo que usara ese recurso, ni Michael Connelly en sus primeros libros, ni nadie que se considere seriamente escritor.


Y de repente te das cuenta que Regresión no es tan mala película. El guión es torpe y poco ambicioso, pero desde luego no es un desastre, especialmente si está bien disimulado con tan majo envoltorio. El problema es que el guionista es Alejandro Amenábar y sabemos que puede llegar mucho más lejos. En ciertos momentos la película parece querer salir de tan artificial encorsetamiento y se atreve a plantear diversas lecturas sobre la concepción de la fe, no tan sólo la religiosa (como el obcecamiento del sacerdote por su misión o la del detective que paulatinamente pierde la racionalidad en pos de unas supersticiones olvidadas) sino también sobre la fe que el psicólogo deposita sobre sus experimentos, con una virulencia y fanatismo propios de una congregación menonita. A este respecto cabe recordar que Amenábar es el autor de Mar Adentro (2004), así que con su posicionamiento sobre la fe y la razón hay que reconocerle que el devenir del film es congruente con sus ideas.

Uno apostaría a que el propio director se ha practicado un par de buenas regresiones para inducirse la siguiente idea, cual Inception de baratillo: “con esto ya tiro pa’lante”. Total, cuenta con la ventaja de disponer del brillante Ethan Hawke, en uno de sus papeles introspectivos y obsesivos, del que se intuye un potente trasfondo que queda en nada (¿por qué esa dedicación, ese soledad autoimpuesta como un castigo, esa falta de esperanza tan patente?), de Emma Watson, que sigue demostrando un gran talento más allá de la saga del mago y de David Thewlis. Los tres consiguen, con cuatro trazos sobre sus personajes, crear unas interpretaciones coherentes y creíbles.

Pero no, a mí no me la pegas Alejandro, tienes talento de sobra para dar mucho más que esto. Seguramente soy uno de los individuos menos apropiados para ir lanzando consejos, pero me aventuro a dar éste: deja que los videos de las Nancys Rubias los dirija otro. Y los anuncios veraniegos de cerveza para modernetes, no jodamos.

1 comentario:

  1. Todavía no la he visto, pero después de tan correcto análisis, no tendré prisa en salir de dudas.

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